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    ¿Por qué hacemos lo que hacemos?


    Ya pasaron casi tres meses desde el primer artículo sobre el “habría” y el “hubiera”. Los casos que se evaluaron planteaban que había un modo correcto de decir las cosas y otro incorrecto. ¿Bajo qué argumentos nos arrogamos de autoridad para juzgar a la gente que escribe? Hay autores que se plantan firme (Angel Rosenblat, por ejemplo) y rechazan ese desprecio con el que algunos observan los dialectos locales. Si en alguna parte se dice: “Ojalá que no haiga frío”, “Cómo está la calor”, “Riquísimas las faturas”, el lingüista debe observarlo con objetividad, ya que se trata de un fenómeno con particularidades y reglas internas propias. Nosotros lo aceptamos. En muchos casos son muestras de talentosa originalidad o legado de antiguos usos. ¿Y por qué entonces esto de estar corrigiendo a la pobre gente? ¿Lo hacemos de resentidos? Me gustaría pensar que no.

    La lengua varía con el paso del tiempo. Si bien hay un sistema que rige la formación de palabras, con elementos que se definen por oposición (negro - blanco, dulce - salado, lindo - feo, agarrar - soltar, palabra variable - palabra invariable), también hay normas que actúan sobre ese sistema y lo acotan (en vez de decir “Qué rico té me tragué” decimos “Qué rico té me tomé”, verbo que a la vez puede ser sinónimo de “agarrar” en algunos contextos).

    Las normas se pueden reponer a partir de un recorte sincrónico (que quiere decir en un eje temporal determinado) de una población. ¿Qué tiene que ver la tijera y eso de andar recortando? En todo caso la tijera virtual de todo trabajo de investigación. Cuando queremos ver, por ejemplo, quién es la loca que mancha con aceite la ropa que dejamos colgada en la terraza, hacemos un recorte sobre nuestro edificio, es decir, nos atenemos a las personas que viven ahí, porque es raro que alguien de afuera entre con el único motivo de aceitar nuestras queridas prendas. Lo mismo cuando queremos investigar cómo habla determinada comunidad. Entonces, una vez que hacemos el recorte sincrónico, tenemos que tener también en cuenta lo diacrónico, es decir, la variación del dialecto en el tiempo. El tiempo y los usos definen el modo correcto de formular una frase en determinado momento y determinado lugar. Y ahí entramos nosotros machacando y machacando en cada artículo. Claro que la norma no es un monstruo impermeable. A pesar de que en el habla de los individuos podemos reponer las normas sociales, algo que no estaba desarrollado del todo en Saussure pero sí lo está en Coseriu (tarea para la casa, buscar a estos dos grandes lingüistas en wikipedia), los individuos siguen teniendo un papel activo en la normativización del sistema. La originalidad, la genialidad de una persona puede sumar invenciones que después de un tiempo pasan a formar parte de la norma de esa comunidad. Es que los individuos somos relaciones sociales, es inevitable y maravilloso.

    Hasta la semana que viene y no se asusten, que van a volver las correcciones y muchos más casos.
  • 2 comentarios:

    1. Carla12:34

      A mi me preocupa que por falta de educación haya personas que no pueden aprender el correcto uso del lenguaje. Pero también me da lástima aquellas personas que por el efecto demostración, es decir, ese deseo de querer parecerse a países más ricos, matan su propia cultura utilizando palabras de otras lenguas. Como por ejemplo sorry, bizarro.

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    2. Bruno12:35

      Hola Carla, es cierto lo que decís. Partimos de un problema estructural que es el colapso del sistema educativo. Entonces la importancia de conocer la norma y corregir se torna mayor aún, porque ese conocimiento es poder. De esta forma se combate el analfabetismo, que no se trata solamente de aprender a leer, sino también de interpretar la información que nos bombardean de todos lados. Respecto a los modismos, sirven sobre todo para medir influencia cultural, que por lo general va de la mano con la influencia en otros ámbitos. En los casos en que reemplazan palabras de lo más hermosas del español, sí, resulta una verdadera lástima.

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    LIBROS PUBLICADOS

    Desde el año 2007 publico cuentos y novelas de literatura infantil y juvenil en editoriales como Edelvives, Macmillan o Urano, y revistas como Billiken.